viernes, 12 de marzo de 2010

Cohabitar juntos antes de casarse favorece el divorcio

Los famosos sociólogos David Popenoe y Barbara Dafoe Whitehead, del National Marriage Project (Univ. Rutgers), afirman: “Según las ciencias sociales vivir juntos no es una buena manera de prepararse al matrimonio ni de evitar el divorcio”, pues estas parejas "muestran un compromiso menos firme, toleran menos la insatisfacción y dejarán romperse un matrimonio que podría haberse salvado”. A la misma conclusión llega el Centro Nacional de Estadísticas Sanitarias de EEUU: las parejas que cohabitan antes del matrimonio son más frágiles, tienen, de media, una probabilidad 6 veces mayor de romperse antes de los 10 de convivencia. En cambio, las expectativas de duración de la pareja mejoran si empezaron a convivir cuando ya estaban casados. También se concluye que las mujeres que a los 14 años no vivían con sus padres, son menos proclives a casarse que aquellas que crecieron con su padre y su madre.

Lucía Rivera

jueves, 11 de marzo de 2010

Atender, acompañar, equilibrar.


Tras la aprobación definitiva en el Pleno del Senado de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, el ministro Caamaño afirmaba que esta norma “reconoce a las mujeres sus derechos, las atiende, las acompaña y equilibra (…)”.
Pensemos, por un momento, en el millón de hogares en España en el que todos sus miembros están en paro. Imaginemos que una mujer de una familia en la que ninguno de sus componentes está en activo –y tal vez con un aviso de embargo de su piso- se queda embarazada, de forma inesperada. Tal vez, en lo más hondo de su corazón desea tener a su bebé, pero la situación económica en su hogar es tan terriblemente asfixiante, que esta mujer decide compartir su angustia y su desesperación, y pide consejo en los Servicios Sociales correspondientes a su domicilio. ¿Le van a dar la enhorabuena? ¿Qué le pueden proponer?
Supongamos que otra mujer, al inicio de una prometedora carrera profesional, se queda embarazada de forma inesperada. Cuando se lo comunique a sus jefes/as, ¿le van a dar la enhorabuena? ¿La animarán proponiéndole una estupenda fórmula para compaginar la maternidad con su próspera carrera profesional?
Reflexionemos, por último, sobre el caso de la adolescente, que a pesar de tener a su alcance cada vez más información sobre métodos anticonceptivos y sexo seguro, resulta que se queda embarazada. ¿Qué le va a decir el chico que la embarazó? ¿Le va a dar la enhorabuena?
Y así, tantísimas mujeres que, en una situación de especialísima vulnerabilidad, por tener que tomar una decisión ante un embarazo inesperado, frente a la angustia, la indecisión, y la presión social, harán lo normal, lo que haría cualquier mujer en una situación similar.
No nos engañemos. No se ejercita un “derecho” por parte de quien está de acuerdo con el mismo, “y que las mujeres que no compartan la norma no hagan uso de él”, como dijo la flamante senadora Pajín poco antes de la aprobación definitiva de esta Ley. No se trata simplemente de reconocer un derecho para quien lo quiera ejercitar, se trata de imponer el aborto como norma. Estamos, por tanto, ante un evidente proyecto ideológico, que bajo el pretexto de una supuesta ampliación de derechos para la mujer, lo que pretende –y ya está consiguiendo- es cambiar profundamente la mentalidad de nuestra sociedad. Intentan transformar –o mejor dicho, trastornar- nuestra escala de valores a golpe de Ley Orgánica, y que todos asumamos que lo “normal”, ante un embarazo imprevisto, y en situación de dificultad, es abortar.
Dentro de unos años, cuando superemos esta grave crisis de nuestra economía, y aquella familia con todos sus miembros en paro consiga normalizar su situación económica, cuando aquella mujer haya alcanzado las más altas cotas profesionales, y cuando aquella adolescente haya dejado de serlo, estas mujeres quizás recuerden aquel instante en el que la posibilidad de una nueva vida se truncó en la soledad del abortorio, tal vez se arrepientan de haber tomado aquella decisión irreversible, quizás desearían tener entre sus brazos a aquel bebé que nunca nació.
Dentro de unos años, cuando la tasa de crecimiento vegetativo en España comience a ser negativa, muchos se acordarán de tantos huesecillos diminutos triturados, tirados al cubo de la basura, de tantas personas a las que no se les dio la oportunidad de serlo, y quizá se den cuenta, de que el progreso fue un retroceso, y que el derecho a la vida fue preterido en favor del derecho a la muerte.
Es posible, también, que estas mujeres de nuestro ejemplo hubiesen tomado una decisión bien distinta si ante la angustia del embarazo inesperado se hubieran sentido atendidas, acompañadas, equilibradas.

Susana Álvarez Sánchez.

El perfil de monstruos femeninos


En la calle hay manifestaciones contra la ley de aborto, práctica que consideran monstruosa y que cuenta con la campaña mundial de unas minorías decididas a imponerlo como un “derecho humano” (¿?) en todas las legislaciones del mundo.

Un caso: la jueza Phyllis J. Hamilton de California declaró “inconstitucional” la Ley aprobada en Congreso de los Estados Unidos y firmada por George W. Busch, que declara ilegal el llamado “aborto por parto parcial” (extraen los pies y hacen al niño una pequeña incisión en la nuca para succionarle el cerebro antes de su nacimiento total). La madre de la jueza no la abortó; pero me pregunto por su pasado y si tiene niños o sobrinos y por qué estudió la carrera de Derecho. Probablemente, esta mujer es “respetada” en algunos círculos. Por supuesto que la famosa jueza creerá que el niño no nacido no es humano, pues se supone que ella cree en los derechos humanos. ¿Una pobre ignorante? La ciencia nos dice que el niño nonato es humano desde su concepción; pero ella no puede alegar ignorancia.

Otro monstruo femenino. El caso de Ilse Koch, la esposa del comandante nazi Karl Otto. Fue juzgada y condenada como criminal de guerra, considerada un monstruo por sus prácticas aberrantes: usaba la piel de víctimas del Holocausto, después de matarlos, para hacer pantallas, billeteras y encuadernaciones de libros. ¿Cómo fue degenerándose su alma?

¿Y el aborto? Nadie que abogue por el aborto puede decir que es un acto de amor, ya que se mata a un inocente indefenso. ¿Cabe la esperanza? La misericordia de Dios es infinita para con nosotros, pecadores. Debemos acudir a Él arrepentidos o pedirle esta gracia.

Miguel Espino. Panamá