viernes, 27 de marzo de 2009

Sobre la belleza de la diferencia de sexos.

Esta es mi primera incursión en este blog sobre la familia.

Espero poder aportar ideas constructivas basadas en mi experiencia familiar y así contribuir tanto al designio sobre la familia que Dios quiere como dar a conocer a creyentes o escépticos, razones sobre la inmensa belleza del “gran invento de Dios” desde el principio, para la humanidad.

Hoy lo inicio hablando brevemente sobre la belleza de la diferencia de sexos.

La naturaleza en sus reinos es agraciada al mostrar la diferencia sublime entre el cielo y la tierra, entre el viento y la calma, entre agua y fuego, entre montañas altísimas y sus profundos valles. ¿Nos querrá decir algo? De la mujer se ha dicho que es como la tierra sobre la cual el agua hace fecundar la vida.

Nada hay en el mundo tan eminente como el cuerpo de una mujer para un hombre al igual que para una mujer, el del hombre; lo han cantado los poetas desde el Cantar de los Cantares de Salomón hasta nuestros días, pero la evidencia de la razón se cuestiona hoy con arengas que alimentan la excelencia de la igualdad en aras de una libertad cuyo fruto es incierto.

Desde el principio mediante el tabú del incesto la civilización humana fue avanzando del “amor” endogámico hacia la exogamia, saliendo de su propio mundo, la familia se enriqueció con la llegada de los otros.

Los otros empezaban a dejar de ser enemigos, las enfermedades disminuían, las costumbres se mezclaban, el aprendizaje de nuevas formas de hacer las cosas se ampliaba. Surgían así nuevas familias en los albores de una humanidad civilizada, en la que la diferencia ya no era mirada como una trasgresión de la ley sino como la condición de la no violencia intrafamiliar.

Hoy, cuando la diferencia es cuestionada por una “cultura” en la que el mito de la igualdad entre los sexos expone a los jóvenes al pensamiento de que “tal vez su naturaleza esté equivocada y no deban buscar tanto la belleza en el otro cuanto en sí mismos”, proclamamos la hermosura de esta diferencia.

Como varón veo cada día lo difícil que resulta comprender a la mujer, no así a un varón, es por esto que en la relación con mi esposa vivo el reto de conquistar su comprensión en cada momento; a ella, según me cuenta, le ocurre otro tanto.

Ofrezcamos al mundo de hoy la belleza de nuestras diferencias, porque hacen posible que el mundo siga adelante con nuevas vidas. Ellas, arrancan la gran tentación de poner la vida al servicio de nosotros mismos, situándola así en el servicio al prójimo, servicio que Tagore, el gran poeta hindú entonaba de forma hermosa:

“Dormía y soñaba que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servir. Serví y vi que servir era la alegría”·

Miguel Argüello.

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